El gatito empieza a jugar hacia las dos-tres semanas de vida. Su primer juego consiste en intentar mordisquear a alguno de sus hermanos, o incluso a su madre, o bien roer alguna esquina de la caja paridera, el cobertor... En realidad, en estos primeros momentos lúdicos el gatito participa de una memoria genética que asocia la caza al juego.
Por tanto, los juegos favoritos de los gatos son el acecho, la persecución y captura de objetos en movimiento, actividades que les sirven para practicar sus habilidades de cazadores.
Además de dormir y comer, los gatos dedican gran parte del resto del día a jugar, aunque el tiempo dedicado a esta actividad varía según la edad. Los gatos pequeños, menores de cuatro meses, dedican 4-5 horas al día a jugar. Los gatos adultos domésticos, que nunca llegan a ser completamente adultos como los gatos salvajes, también juegan, ya que no necesitan ocupar su tiempo en conseguir comida o defenderse de sus enemigos.
A los gatos les encanta perseguir objetos en movimiento sobre todo si son pequeños, los que "cazan" como si fueran presas. Hay que señalar que muchas malas conductas observadas en los gatos, como el lanzarse contra los tobillos y pies de sus amos, son en realidad juegos mal dirigidos. Es importante entonces, que en cuanto nuestro gato presente esta mala conducta dediquemos un rato libre a jugar con él utilizando un juguete más aceptable, como puede ser una pelotita amarrada a una cuerda (recuerde: no le entregue al gato madejas de hilo u ovillos para jugar, son peligrosos, se puede enredar y además traga pelusas).
Cuando los gatos son pequeños juegan entre ellos, conducta que tiende a desaparecer después de los 4-5 meses de vida, siendo reemplazada por el juego en solitario. Eso no quiere decir que los gatos no disfruten jugando con sus amos, al contrario, les encanta y es una actividad que estrecha los lazos entre amos y mascotas.
No hace falta buscar sofisticados juguetes para gatos. Tendrán mucho más éxito aquellos que podamos fabricar en casa, con materiales sencillos y seguros. Basta un ratoncillo peludo colgando de una cuerda elástica que habremos amarrado a una varilla (a modo de improvisada caña) o una bolita de papel de aluminio, unas migas de pan, un cubito de hielo, una aceituna deshuesada... Los ratoncillos de tela que están rellenos de arena y suenan al moverse les fascinan, al igual que cualquier objeto con un cascabel o una campanilla. Los vistosos plumeros de colores les encantan, pero puede servir también el que utilizas para limpiar el polvo, ¡guárdalo en un sitio seguro!
Las pelotitas les vuelven locos, sobre todo las que pueden coger entre sus dientes, como si fuera una presa. Mención aparte merece, una vez más, el rollo de papel higiénico: ¡una auténtica pasión para el pequeño Angora Turco de 2-3 meses!
Hacia las 4-5 semanas de vida la madre practica con sus gatitos un extraño juego al que llamo "el mordisco en el cuello", y que no es más que una técnica de caza con la cual el felino inmoviliza o incluso mata a sus víctimas. La madre gata muerde a los gatitos en el cuello para enseñarles a cazar de este modo, y suele acompañar este gesto con un pataleo de sus patas traseras; no los suelta hasta que estos emiten un agudo chillido. A continuación, veremos cómo ese mismo gatito sale en busca de alguno de sus hermanos de camada para "jugar" al mismo salvaje juego con éste, y, a su vez, aquél, una vez vencido, irá en busca de otro hermanito con el que pelear... Pronto se establece una clara jerarquía dentro de cada camada: hay un gatito dominante, que suele ser el más precoz en casi todo (habilidades motrices, dentición, destete, etc) y hay otros gatitos que nunca toman iniciativas y que dependen del estímulo de ese "jefe". Quien, por lo general, suele ser un macho.
Es importante no dejar que el gatito intente jugar con nuestras manos mordiendo y pataleando, pues los arañazos superficiales del gatito se podrían convertir en serios desgarros unos meses después. Debemos educar a nuestro gatito, haciéndole comprender que NOSOTROS NO SOMOS GATOS, y que por tanto hay juegos que no puede jugar con nosotros.
EDUCACIÓN
Un gato bien educado es un gato limpio, que conoce sus límites, que respeta a sus compañeros humanos y felinos y, por encima de todo, es un gato sano y que vive en un entorno seguro.
Es muy importante, cuando se adquiere un ejemplar, informarse de las condiciones y el hábitat en que ha sido criado y educado, además de percatarse de si tiene la costumbre de dejar que se le acerquen los seres humanos. Este es, sin duda, el principal trabajo de un buen criador: socializar a los pequeños gatitos. Por ello hemos de acostumbrar al gatito a ser manipulado por las manos humanas ya desde el mismo momento de su nacimiento, y continuar todos los días: acariciándole, hablándole, jugando con él, regañándole si hace algo inapropiado o que pone en riesgo su seguridad...
Un bebé felino se parece bastante a un bebé humano. Debemos hablarle para que comprenda nuestros mensajes, al principio interpretando nuestro tono de voz, y, con el tiempo, incluso asociando las palabras a ciertos comportamientos y actitudes. El aprendizaje del gato es asociativo. Si queremos que nuestro gato aprenda algo, debemos asociar cada palabra a un acto. He conseguido que respondan a ciertos estímulos; por ejemplo, la comida: como siempre que gritaba "¿Queréis un "quesito"?", les arrojaba unos premios (de queso, malta o catnip), ahora al pronunciar dicha frase, o tan sólo la palabra "quesito", ellos acuden en tropel a donde yo me encuentre. Otros han aprendido a asociar las palabras:
NO
PALOMA, PÁJARO
LATA / COMIDITA
PELOTA/ PELOTITA
ESCONDITE
Y todos ellos responden perfectamente a su nombre, ¡incluso a los varios (y diferentes) nombres que suelo emplear para llamarles!
Evidentemente, hay gatos más inteligentes que otros. Algunos comprenden, de forma innata, que cuando les arrojas un ratoncillo o una pelotita de goma deben traértelo para que tú vuelvas a tirárselo, y así continuar jugando... otros jamás lo aprenden, pero, sin embargo, descubren cómo abrir puertas, cajones o ventanas, o incluso la lata de pienso. Porque hay otro componente muy importante en la inteligencia del gato: el gato sólo aprende lo que le resulte útil para su existencia, aquello que en cada momento sea necesario aprender. El gato tiene una inteligencia práctica, utilitarista. Por eso es tan difícil, prácticamente imposible, encontrar gatos en un circo... ¡Aunque al parecer existe uno en Helsinki!
Fuente: Angora Turcos